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Muchos han sido los casos de éxito alrededor del mundo en torno a la reducción de las jornadas laborales y modelos de trabajo flexibles para los trabajadores de diversas industrias con la finalidad de conciliar un balance en la vida personal y la vida laboral.

Cada vez son más los países que no sólo mantienen una jornada laboral menor a las 48 horas semanales desde hace algunos años, sino que incluso están optando por la implementación de una semana laboral de 4 días, en lugar de una semana de 5 días.

Entre dichos países está claro que se encuentran aquellas economías mundiales reconocidas por ser pioneras en la adopción de mejores prácticas laborales que principalmente se centran en Europa y América del Norte, sin embargo, ya se ha incluido esta medida en las agendas de trabajo de algunos países Latinoamericanos, como lo es Colombia.

Recientemente, Colombia ha optado por una reducción de jornada laboral para pasar de 48 horas semanales a 42 horas de manera paulatina. Como primer paso se reducirá en sus primeros dos años de 48 a 47 horas; en el tercer año se verá reflejada una reducción de 47 a 46 horas, y a partir del cuarto año de la entrada en vigencia de la ley, se reducirán 2 horas cada año hasta llegar a las 42 horas semanales para 2026. 

Pero, ¿qué tan cerca está México de hacerlo realidad? Según las estadísticas proporcionadas por la Organización Internacional del Trabajo, México es el país que registra la jornada laboral más larga en el mundo, sin embargo, es la que resulta con menor productividad, a diferencia de Dinamarca, por ejemplo, que cuenta con una jornada laboral semanal de 37 horas y reporta una productividad tres veces mayor que México. 

Ahora bien, comparándonos con el resto de América Latina, México se encuentra en el lugar número 8 de productividad y el cuarto con mejor salario mínimo general para sus trabajadores. Pero, ¿es realmente la reducción de la jornada laboral una solución?

La respuesta no es clara, señalando que la implementación de este modelo no dependerá únicamente de las disposiciones legales mexicanas, jugando también un papel de gran importancia la cultura laboral que tienen las empresas y los trabajadores mexicanos. 

En buena medida la dificultad para implementar este modelo se relaciona más con la cultura laboral de los países que con las disposiciones legales, y es que podemos tomar el ejemplo de aquellos que han adoptado este esquema para rescatar los aciertos y los retos que tendrá que asumir México, una vez que se abra la puerta a esta modalidad.

Principalmente, debe considerarse que la reducción de la jornada laboral busca en todo momento el beneficio de obtener mayor tiempo libre para los trabajadores, por lo que debe descartarse cualquier modalidad que reduzca beneficios, compensaciones o salarios de los colaboradores de manera proporcional a la reducción de su jornada. 

Si bien es cierto que existen muchos casos de éxito en los que se redujeron jornadas laborales que resultaron en un incremento de productividad e incluso ahorros diversos para las empresas, como lo fue en Japón; también se contempla un efecto contraproducente, el cual obliga a los trabajadores a realizar la misma carga laboral en menor tiempo. Por lo que en caso de aplicarse, será importante que la misma sea debidamente estudiada con el fin de evitar situaciones de mayor estrés para los trabajadores. 

Otro punto a considerar es que esta modalidad no sería funcional para todas las industrias y sectores, la reducción de las jornadas laborales puede presentarse en diversas modalidades que no necesariamente se limitan a una semana laboral de 4 días como lo pudieran ser:

• -Reducción de jornada laboral diaria, pasando de las 8 horas a las 6 horas, por ejemplo.
• -Semana laboral comprimida de 4 días, extendiendo la jornada laboral diaria de 8 a 10 horas diarias para gozar de 1 día extra de descanso.
• -Jornadas flexibles ligadas al trabajo por objetivos, en donde cada colaborador conozca y entienda a la perfección las tareas que deben ser cumplidas y las fechas de entrega, y que cada uno decida cuándo realizarlas.

Además de lo anterior, sabemos que existe ya una iniciativa de la diputada Carolina Dávila Ramírez, del grupo parlamentario del PRI, presentada este año 2022 para adaptar la legislación mexicana a esta nueva modalidad de trabajo, en la cual se contempla una reducción paulatina muy similar a la de Colombia; presentando un reto importante para nuestros legisladores. Puesto que no sólo se deben tomar en cuenta los riesgos psicosociales que pudiera generar la compresión de la carga laboral por la reducción de las jornadas, sino también todos estos nuevos cambios que la materia laboral ha sufrido en los últimos años; como la modalidad de teletrabajo, y por supuesto, hacer una propuesta desde una perspectiva de igualdad de género que garantice una mejora para las y los trabajadores mexicanos. 

En conclusión, consideramos que de aprobarse la iniciativa citada, lo cual es poco probable, al menos en el corto plazo; la integración de esta modalidad en la práctica dependerá en gran medida de la coordinación y el común acuerdo entre trabajadores y patrones, de manera que se produzcan los mismos o incluso mejores resultados con la reducción de las jornadas laborales. Esta transición implicará que las empresas establezcan indicadores y objetivos claros para cada perfil de puesto, promover la autogestión y la creatividad de los equipos, así como reforzar la comunicación, aprovechando la tecnología y los aprendizajes que el COVID-19 nos ha dejado. Sin embargo, el primer paso será cambiar nuestra percepción sobre el trabajo, considerando que las actividades deben medirse por resultados y no por cumplir un horario; definitivamente, esto nos ayudaría a evaluar realmente la eficiencia de nuestro esquema actual y partir de ahí para implementar medidas que sean benéficas para los trabajadores y para las empresas. 

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